El 12 de febrero de 1932, Zelda Fitzgerald —cuyo nombre de nacimiento era Zelda Sayre— ingresó voluntariamente a la clínica del doctor Phipps en el sanatorio psiquiátrico John Hopkins de Baltimore. Resérvame el vals, su única novela publicada, es el resultado de la terapia de recuperación prescrita a la autora: dos horas de escritura al día.
Escrita aproximadamente durante un lapso de cuatro semanas, esta novela de corte autobiográfico narra la historia de una mujer, Alabama Beggs —alter ego de Zelda—, en permanente desajuste con su época. La infancia sureña transcurrida en “el rancio y estigmatizado regazo de las nodrizas negras”, la empresa de encontrar marido entre cientos de soldados que se enrolaban para la Primera Guerra, una vida marital desenfrenada en Nueva York, el desembarco en Europa y la búsqueda desesperada de la protagonista por hallarle sentido a su vida a través de la danza clásica, son algunos temas que se desarrollan hasta el extremo de la locura.
“La escritura de Zelda Sayre está llena de aciertos, principalmente por la forma de construir sus escenas; pasajes oníricos poblados de elementos del arte impresionista del siglo xix, de referencias taxonómicas del reino vegetal o el uso excesivo de metáforas y representaciones alegóricas, que no hacen otra cosa que dar cuenta de su imaginación desbordante, llena de recursos simbólicos y líricos, y que dotan a la lectura de una intensidad intelectual muy estimulante”.
Del prólogo de
María Mazzocchi